Diálogo 1
Jakob: Tú, pelo corto.
Karen: Sí, ahora tengo el pelo corto. ¿Es un problema para ti?
Jakob: Tú, pelo largo, tú muy atractiva.
Karen (incrédula, intentando sin éxito subir una ceja): Hm. No sé… Le pregunto a mi marido.
Jakob: Noo. No preguntar.
Karen (mosqueda): ¿No debo preguntar a mi marido?
Jakob: No preguntar marido, no preguntar mí. Es tu pelo, tú dices.
Karen: ¿Yo decido si mi pelo es largo o corto?
Jakob: Sí.
Karen sonríe, alucinada. No termina de creerse que un afgano de 20 años le acaba de explicar algo que toda mujer del mundo debería comprender: debe ser ella misma, sin querer agradar a ningún hombre.
Diálogo 2
Karen: Jakob, tú eres musulmán y hablas con Allah.
Jakob (se lleva las manos detrás de las orejas): Sí, yo hablo Allah.
Karen: Aquí, en Alemania, algunas personas son católicas, otras son protestantes. Estas personas hablan con Dios.
Jakob: ¿Dios? ¿No Cristo?
Karen: No, los católicos y los protestantes, todos se llaman cristianos, pero hablan con Dios.
Jakob: Ok. Dios.
Karen: Pero también hay personas que no hablan con nadie, no con Dios, no con Allah, no con Yahvé. No hablan con nadie. ¿Es eso un problema para tí?
Jakob (medita): No. Unas personas hablan Allah, otras hablan Crist… Dios, otras no hablan. No es problema. Yo no digo otras personas hablar.
Karen: No entiendo bien.
Jakob: Ayer Anne viene. Gulab dice: “Anne, tú hablar con Allah”. Yo digo: “Gulab, no hablas, por favor”. Gulab hablar no bien Anne.
Karen: Ajá, ya entiendo. Gulab piensa que Anne tiene que ser musulmana también. Pero para ti no es un problema que unos hablen con Allah, otros con Dios, y otros no hablen.
Jakob: Todos son personas.
Karen: ¿Y los talibanes? Ellos son musulmanes.
Jakob (sombrío): No, ellos no musulmán. Si ellos musulmán bien, ellos no talibán.